
25 Jun ‘Freedom Braiders’ Empodera a Mujeres en Prisión
El conductor Dr. Joseph Marshall, a la izquierda, junto a las invitadas Joanna y Tatiana Hernández en “Street Soldiers Radio”, donde conversaron sobre el programa Freedom Braiders.
Entrevista, Joseph Marshall
Joanna y Tatiana Hernandez, madre e hija originarias de Pittsburg, son quienes están detrás del programa Freedom Braiders, el cual enseña peinados a mujeres en prisión. En mayo, el programa llevó a cabo su primera ceremonia de graduación dentro de la cárcel de Santa Rita. El primero de junio, las dos compartieron su experiencia con el Dr. Joseph Marshall y el equipo de “Street Soldiers Radio” en la estación 106.1 KMEL.
A continuación se presenta una parte transcrita de ese programa de radio, editada por motivos de claridad.
Dr. Joseph Marshall: Asistimos a una graduación dentro de la cárcel de Santa Rita, del proyecto Freedom Braiders. He estado en muchas graduaciones: de universidad, de secundaria, de kínder, y de primaria, como maestro, asistí a una cada año durante unos 18 años. Pero esta fue surreal. Realmente es una de esas a las que me hubiera gustado que todos pudieran asistir. Y todo eso fue gracias a las dos mujeres que están aquí conmigo: Joanna y Tatiana Hernandez.
Hablen primero sobre en qué consiste Freedom Braiders y después compartan cómo surgió la oportunidad de entrar ahí y llevar a cabo este maravilloso programa.
Joanna Hernandez: Freedom Braiders no habría sido posible sin las nueve trenzadoras maestras que trabajan con nosotras, mujeres increíbles a quienes tengo el honor de llamar mis hermanas.
Mi familia y yo somos dueños de A1 Barbershop, una barbería en Pittsburg. Mi hija, mi esposo, mi hijo y yo organizamos competencias de barbería llamadas Bay Area Student Barber Expo. Yo necesitaba encontrar mi lugar dentro de la industria del cabello, así que comenzamos a hacer visitas a cárceles para ofrecer cortes de cabello gratuitos a personas sin hogar.
Un día, uno de los directores del Departamento del Sheriff de San Francisco decía: “Necesitamos más servicios para mujeres aquí en San Francisco”. Yo estaba platicando con unos colegas y dijimos algo como: “¿Y si hacemos un taller de un día sobre cómo trenzar el cabello, o simplemente para trenzarles el cabello?”. La idea era que fuera solo por un día. Pero, aunque cueste creerlo, todavía se aplican ciertos protocolos de COVID. Así que ese taller de un día terminó durando 15 semanas.
No solo trenzábamos el cabello; también estábamos sanando, hablando de temas como: “¿Qué le dirías a tu yo de 15 años?”. Entonces hice una invitación: “¿Alguien quiere venir conmigo a la cárcel a trenzar?”. Estas nueve trenzadoras ofrecieron su tiempo voluntariamente. Y claro, no podíamos decir simplemente Joanna y unas trenzadoras. Necesitábamos un nombre. Todo esto tenía que ver con la libertad. Así fue como nació Freedom Braiders, en septiembre de 2024.
Durante mi tiempo en San Francisco, el jefe de policía Bill Scott me invitó al programa Sojourn to the Past, y fui al sur profundo junto a 90 policías. Ahí conocí al personal del sheriff de Santa Rita. Una de las trenzadoras que me acompañó había estado encarcelada en la cárcel de Santa Rita. Ella dijo: “Dios mío, Joanna, los mismos policías que me vigilaban cuando estaba presa están aquí. ¿Qué digo?”. Era una joven en conflicto con la ley. La arrestaron a los 16 años y fue condenada a cadena perpetua. Fue una de las primeras mujeres en salir gracias a un cambio en la ley. Estaba muy nerviosa y preguntó: “¿Solo digo que trabajo para BACR (Bay Area Community Resources), o digo quién soy realmente?”. Le dije: “Di quién eres, chica”.
JM: ¿Cuáles son sus objetivos cuando entran ahí? Tienen ese tiempo con las jóvenes, ¿cuál es el plan? ¿Qué esperan lograr?
Tatiana Hernandez: Creo que el objetivo es que ellas sientan se sientan vistas y queridas, y que aquí tienen una comunidad que las apoya. Creo que esa es la meta principal: amor, ser vistas y saber que no están solas. Además, les vamos a enseñar habilidades que podrán usar durante toda su vida.
JM: Lo primero que hacen es enseñarles a trenzar, una habilidad que les será útil cuando estén fuera.
Joanna Hernandez: Al principio no se trata solo de las trenzas. Primero, nos aseguramos de que aprendan a quererse a sí mismas. Por eso, el diario personal es algo muy poderoso. Las mujeres tenían que escribir sobre sus relaciones con sus madres, con sus padres. Escribir cómo sería su obituario. ¿Qué dirían de ti? ¿Cómo sería tu historia?
Todas tenían que participar. Todas debían leer su obituario frente a la clase. Hubo momentos en que fue necesario llamar a salud mental para que interviniera, porque algunas mujeres no podían manejarlo. Incluso tenían que escribir cartas a los hijos que dejaron atrás o a los hijos que nunca tuvieron. Después de todo eso, nos levantamos y lo dejamos atrás. Está bien, mujeres, lloramos, ahora sacudámoslo. Vamos a hacer trenzas. Vamos a sanar a través de las trenzas. Y después doy paso a las trenzadoras maestras. Ocho semanas, tres días a la semana.
JM: Son 24 sesiones. Todavía no puedo creer que tantas trenzadoras se ofrezcan como voluntarias con ustedes. Y vienen de toda el Área de la Bahía, ¿verdad?
Joanna Hernandez: Conducen desde Hayward, Oakland, Newark, Stockton, Pittsburg y Redwood City. Tres días por semana, de 12 a 4:30. No pueden llegar tarde.
JM: ¿Cómo se sentaron tú y las trenzadoras para prepararse para todo esto?
Joanna Hernandez: Preparar las preguntas para el diario fue algo profundo. Hicimos 15 semanas, pero al principio no teníamos un currículo estructurado, íbamos dejando que las cosas fluyeran. Pero cuando llegamos a Santa Rita, tuve que sentarme y preparar las preguntas del diario con anticipación.
Comenzamos con 27 mujeres. En las primeras dos semanas hubo drama. Tuvieron que intervenir los oficiales porque decían: “Ella no me cae bien, y yo tampoco a ella”. Y era la primera vez que sucedía algo así.
Tatiana Hernandez: También, esa fue la primera vez que la cárcel permitió juntarlas.
Joanna Hernandez: Clasificaciones mixtas. Hay personas con cargos graves junto a otras con robos menores. Una mezcla de antecedentes y también de vecindarios. Algunas mujeres se retiraron porque no estaban listas, y eso estuvo bien. Algunas regresaron a casa. Otras fueron a prisión.
Tuvimos un buen grupo de mujeres que solo hablaban español, por lo que la clase fue en inglés y en español. Y terminamos con 16 trenzadoras maravillosas.
El proyecto final consistía en aprender a trenzar un corazón, un signo de dólar o un zigzag en 30 minutos en una mitad de la cabeza. Eso fue lo que practicaron durante las ocho semanas. Tenían que dominarlo.
Superaron eso. Durante la graduación trenzaron la cabeza completa. Eso fue parte de la ceremonia de graduación. Muestren lo que aprendieron. Comiencen ahora. Treinta minutos en el reloj.
Las nueve trenzadoras peinaban a las mujeres en la cárcel. Entraban sin arreglar y salían peinadas, regresando a sus celdas. De esta forma, el personal designado podía ver el trabajo de las trenzadoras maestras. Eso fue muy importante para ellas, ya que algunas no se habían sentido así en mucho tiempo. Decían: “¿Puedo ir al baño, por favor?” Y yo preguntaba: “¿Para qué?” “Solo quiero verme en el espejo”. Los espejos que tienen ahí son esos empañados y feos en los que apenas te ves. Pero ellas regresaban diferentes. Al volver al salón después de verse en el espejo, se sentía ese “me quiero, me veo bien”.
Hubo un día, creo que fue cuando escribimos cartas a nuestros padres, ya sea que tuvieran una buena o mala relación. Vamos a escribirlo, a perdonar y a seguir adelante. O incluso, no era necesario perdonar, solo decir lo que necesitaban decir.
Tres de las trenzadoras de Freedom Braiders dijeron: “¿Podemos participar?”. Les dije que claro, y empezaron a escribir en el diario, a llorar y luego a compartir. Esto no es solo una sanación para ellas [las mujeres encarceladas], sino también para las trenzadoras y para mí, soy alguien que ha sido afectada por el sistema. Esto es algo personal para mí. Romper los ciclos de encarcelamiento generacional y los ciclos de delitos impulsados por la situación económica, esa es mi meta personal y mi compromiso con la comunidad.
Lady Estell: Sé que cuando entran, ya tienen un plan de estudios, una estructura. ¿Hubo alguna vez en la que tuvieran que modificar ese plan o incluso pausarlo para improvisar otro en el momento, según cómo se encontraban las mujeres?
Joanna Hernandez: Una vez, todas se estaban mirando con mala cara. Yo dije: “Ah, no, no. ¿Qué está pasando aquí? Hoy tenemos malas actitudes. Las miradas dicen ‘no quiero’”. Y fue cuando dije: “Está bien, olvidemos el plan. En círculo, mujeres. Vamos a hablar de esto”.
La sanación ocurre en círculo, así que siempre les pedía que formaran uno. No podemos tocarnos, pero juntemos los puños. Quiero que sientan el amor entre ustedes, y necesitamos hacer un círculo y hablar de lo que está pasando.
JM: ¿Dónde aprendiste esas habilidades? Lo primero es no juzgar. Luego, entrar ahí y enfrentarte a todo lo que viene.
Tatiana Hernandez: Creo que lo aprendió de su vida personal y de la forma en que creció.
Joanna Hernandez: Como mencioné, esto es algo personal para mí. Soy madre de un hijo encarcelado. Mi hijo lleva ocho años preso. Soy esa madre que va a entrar ahí y decirles lo que a mí me habría gustado que alguien le dijera a él.
JM: [La graduación] fue muy emotiva. Para mí fue difícil ver cómo, después de una ceremonia tan hermosa, ellas tenían que volver a entrar tras los muros. Para ti y para las trenzadoras, debió ser muy duro, porque estuvieron con ellas durante veinticuatro sesiones y crearon un vínculo. ¿Qué tan difícil fue eso? Además, les permitieron abrazarlas. ¿Cómo fue esa experiencia?
Joanna Hernandez: Fue terapéutico para todas nosotras. La gente me pregunta: “Joanna, ¿por qué haces eso con todo lo que ya tienes y además trabajas en el sistema de justicia penal?”. Y yo les respondo: “Esa es mi medicina. Eso es lo que me mantiene viva y libre. Por eso tengo que seguir haciendo este trabajo”.
Tatiana Hernandez: Para mí siempre es difícil. Como dijo mi mamá, tenemos una conexión personal con esto, porque tengo un hermano en la cárcel. Así que abrazarlas fue como abrazar a mi hermano. Les di el abrazo más fuerte y les dije: “Les deseo suerte en su camino”.
Joanna Hernandez: Susurré al oído de cada una: “Esto es por esa mujer, esa mamá”. Vi a mi hijo. Quiero que vean en mí a esa mujer que extrañan. Ojalá lo hayan sentido y que sepan que las vemos, y que sé que todos cometemos errores.
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